No hay vino perfecto, ni ‘Novio Perfecto’, ni vida aburrida

Nos pasamos la mayor parte de la vida buscando la perfección. Queremos ser perfectos en lo que hacemos,  y por ende, la buscamos en todo lo que nos rodea. Aspiramos a tener la vida perfecta: crecer en la familia perfecta, encontrar el trabajo perfecto y tardamos en darnos cuenta de que el ser humano es imperfecto por naturaleza y que, precisamente esa imperfección, es la que nos hace ser únicos y diferentes.

Lo mío con él fue un flechazo a primera vista. Me atrajo su carácter dulce, su color amarillo brillante, que alcanza un tono casi ocre a la luz de una vela. Su aroma juega con la añoranza de la infancia, impregnada de olor a árboles frutales y almíbares. Este viaje en el tiempo me permitió rescatar los mejores momentos vividos en la etapa de la inocencia, la época donde la vida es juego y se ve de color rosa.

Buscando el vino perfecto, me topé con ‘El Novio Perfecto’.
La silueta sin rostro de un hombre trajeado con corbata de su etiqueta pone el toque divertido a la botella. Con las rodillas dobladas, parece haber quedado atrapado, sin poder escapar al destino de ser descubierto.

Quien lo ha encontrado, desde luego, apurará hasta la última gota de la botella, anhelando disfrutar los momentos de placer que nos proporciona la vida.

De ahí que sea inevitable formularse la siguiente pregunta: ¿Quién desea una vida perfecta, cuando la perfección es sinónimo de aburrimiento y rutina?

La imperfección de este vino, como la del ser humano, es lo que nos hace únicos frente al resto. Por eso, sobre ‘El novio perfecto’ sólo aconsejo, no buscarlo, pero sí bebérselo.

Nota de cata:

Variedad de uva: 50% moscatel, 50% viura

Blanco, sin crianza

Denominación de Origen: Valencia

Bodega: Cherubino Valsangiacomo

Precio: 5 a 9,9 euros

 

 

Yo, como el vino ‘De puta madre’… ¿y tu?

La primera vez que escuché el nombre de este vino podía afirmar, sin lugar a dudas, (y perdón por la expresión) que me encontraba De Puta Madre.

Tenía todo lo que se podía esperar de la vida. Una pareja que me quería (o eso creía yo) y una profesión que amaba, aunque apenas me dejaba tiempo libre para disfrutar de otras muchas cosas.

La felicidad inundaba mi vida

La felicidad inundaba mi vida

Por eso, el día que se desmoronó todo lo que había construido a mi alrededor me encontré perdida y sin rumbo. Mi pareja decidió abandonarme poco después de que la crisis acabara con el trabajo al que yo le había dedicado tanto tiempo y esfuerzo. La otra parte del tiempo se lo llevó aquella infructuosa relación de 15 años,  que acabó en cuernos, al cruzarse en nuestro camino una camarera despampanante y mucho más joven.

Todo aquello rebajó mi autoestima hasta niveles bajos, bajísimos. Me compadecía de mi mala suerte y lloraba por las esquinas. Nada ni nadie lograban aliviar mi desconsuelo.

Pasó un día, otro día y otro día más…

Siempre había querido tener una mascota, así que adopté una gata callejera que rondaba la puerta de mi nueva casa y maullaba a diario reclamando comida y caricias. Como en la película Desayuno con diamantes, el felino se convirtió en mi fiel compañero de viaje. Ya tenía a alguien, más indefenso que yo, de quien preocuparme.

Día a día fui descubriendo aficiones ocultas para las que antes jamás tenía tiempo: tocar la guitarra, bailar, la jardinería, escribir…

Empecé a disfrutar de las cosas insignificantes que me daban pequeños momentos de placer: Darme un baño de dos horas, escuchar música antes de dormir, llorar de emoción con una buena peli, oír el ronroneo de mi nueva ‘amiga’ mientras la acariciaba…

Y así fue como poco a poco el invierno dio paso a la primavera y el sol volvió a brillar. Dejé atrás el dolor y el sufrimiento y me quedé con las cosas buenas vividas hasta el momento. Entedí que mi existencia era la suma de ambas. Si no, no hubiera sido mi vida.

El invierno dio paso a la primavera

El invierno dio paso a la primavera

Hoy aplico lo que es mi principal máxima (y lema de este blog): «La vida no se vive por los momentos que respiras, sino por aquellos que te dejan sin aliento».  Hoy puedo decir que he olvidado mis rencores, he vencido mis miedos y el dolor es sólo un vago recuerdo del pasado. Por eso, el día que pase otro tren volveré a subirme a él ligera de equipaje.

NOTA DE CATA:

  • Un blanco Verdejo de Rueda. 2006. Bodega Francois Lurton.
  • Semi seco, dos años en roble nuevo francés. algo denso de fluidez, limpio, color amarillo oro y de ribetes dorado-ambarinos.
  • Aromas especiados, tostados sutiles, notas de almendras y frutos secos, higos y final de miel-polen. En la boca un vino diferente.
  • Precio 17,80 €

El verdejo que ‘rueda’ por el mundo

A estas alturas ya os habréis dado cuenta que somos fan de los vinos que nos gustan, no sólo por su color o su aroma, sino porque tienen detrás una historia  digna de ser contada…. Esta vez, la que nos ha sorprendido es la historia viajera del vino  ‘Cuatro Rayas’ de Rueda. Esta bodega de Valladolid está llevando a cabo una iniciativa que ya se conocía en otros ámbitos pero que, hasta ahora, nadie la había puesto en práctica en el exclusivo mundo vinícola. Con el lema ‘El Verdejo de Rueda en el mundo’  animan a personas que se encuentran en distintas ciudades a subir fotos de su vino viajero.

Y así nos encontramos fotos tan curiosas como la de este policía de Nueva York sujetando sonriente una botella del vino made in en Valladolid. La iniciativa está encontrando cada vez más seguidores, que se atreven a enviar las imágenes del vino captadas en lugares representativos de cada continente. Así, podemos ver fotos de sitios tan dispares como París, Brasil, California o, algunos más cercanos como San Sebastián.

Botella de vino Cuatro Rayas en el Peine de los Vientos de San Sebastián

Botella de vino Cuatro Rayas en el Peine de los Vientos de San Sebastián

Una botella de vino Cuatro Rayas en BrasilUna botella de vino Cuatro Rayas en Brasil

Botella de vino Cuatro Rayas en París

Botella de vino Cuatro Rayas en París

Las fotos de los que se animan a llevarse una botella en la maleta junto a su cámara de fotos son realmente curiosas…. (algunos prefirieron tomarse el vino antes de hacer la foto, como el visitante de San Francisco).

Lo cierto es que esta rompedora campaña está logrando que la bodega vallisoletana obtenga numerosos seguidores en las redes sociales, donde llevan a cabo diferentes iniciativas. (Sólo en Facebook han conseguido alcanzar más de 12.000 seguidores).

Nosotros no les perderemos de vista, porque nos parece que cumple a la perfección con un doble objetivo, que es promocionar su marca y, lo que es más importante, llevar la pasión vinícola de nuestro país por todo el mundo.